sábado, 5 de octubre de 2013

MUD. LA AVENTURA ES POSIBLE.

Mud (Jeff Nichols, 2012) tiene ese aire de las clásicas historias de iniciación, desde La isla del tesoro (Treasure Island, Victor Fleming, 1934) a Pan negro (Pa negre, Agustí Villalonga, 2010) pasando por Winter´s Bone (íd. Debra Granik, 2010) o Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, Robert Mulligan, 1962), todas comienzan con un suceso fortuito, un encuentro o un hallazgo, y terminan modificando la forma de mirar el mundo de sus protagonistas. 




En el caso de Mud, dos adolescentes, Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland) con los típicos problemas de adolescentes: padres, novias, trabajo, escuela ...; quieren vivir una aventura en el barco que acaban de descubrir abandonado en la copa de un árbol, y terminan colaborando con un asesino, Mud, (Matthew McConaughey) que trata de esquivar a la policía y a la familia de su víctima, y reunirse con su gran amor, Juniper (Reese Witherspoon). Es un relato de formas suaves donde la descripción de los caracteres, pareja al fluir de los acontecimientos, nos permite seguir la evolución de estos personajes que, sin dejar de ser arquetípicos, sobre todo en el caso de Mud y de Juniper, muestran sus múltiples aristas conforme avanza el metraje. También es el relato de una aventura, del principio de la aventura, a esa edad en la que cualquier aventura es posible.



Me había gustado mucho Take Sheltter (2011) la anterior película de Nichols, una visión fantasmagórica de la realidad que se colaba en la percepción de su protagonista a través de sombrías premoniciones. Allí el uso del azar y de los sueños, las imágenes de las bandadas de pájaros y la lucha de su protagonista en un entorno hostil y desquiciado, le daban un aire de pesadilla y en todo momento dudabas como espectador de esa realidad que trataba de plasmar la historia. En Mud, los dos adolescentes también tienen una percepción distinta de la realidad, se mueven en el mundo de los deseos, de las grandes esperanzas, viven en esa edad en que cualquier aventura es posible y, por lo tanto, también puede serlo cualquier sueño, por muy romántico e inaccesible que parezca.
Me gustó la forma en que Nichols plantea su relato. El inicio en la casa de madera a orillas del río, Ellis sale por la ventana de su cuarto mientras oye discutir a sus padres, Neckbone espera en la motocicleta; tenemos solo quince minutos, le dice. Después el viaje en la barca hasta la isla, el plano a ras del agua mientras avanzan a su aventura, un plano parecido al final, en el encuentro con el océano. La historia se ramifica en subtramas y personajes, ganando en densidad con la aparición de nuevos conflictos : la madre que quiere una casa sólida en la ciudad; la pretendida novia que no da valor al beso de Ellis; el vigilante del río, personaje misterioso que deviene en ángel de la guarda de Mud. Todas esas tramas se tensan y confluyen en una explosión final, quizás demasiado previsible, o irreal o simplemente esperanzadora.
Me acordé de Viento en las Velas (A High Wind in Jamaica, 1965) la mítica película de Alexander MacKendrick, en la que también había dos niños y un barco, en este caso gobernado por el capitán Juan Chávez (Anthony Quinn)  viejo marinero de intrincados  mares que les descubría el mundo con la más fabulosa de las aventuras.

Miguel Núñez
Punto y Seguido 

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