miércoles, 13 de noviembre de 2013

CHAWTON ( I )



26 de Julio de 1809

“...En cuanto a nosotros, muy bien estamos,
como indica la prosa sin afectación.
La pluma de Cassandra pintará nuestra posesión,
las muchas comodidades que nos aguardan
en nuestra casa de Chawton, cuánto encontramos
ya en ella para solaz de nuestra mente;
y convencidos estamos de que cuando todo esté completo
no habrá casa de mayor respeto,
tanto si es nueva como arreglada,
de habitaciones concisas, o habitaciones regaladas...”


                                                Jane Austen


Parte de un poema que escribió Jane Austen a su hermano Francis, una vez establecida en su nueva casa Chawton Cottage, en Alton (East Hampshire), donde vivió junto a su madre y a su hermana Cassandra desde mediados de 1809 hasta mediados de 1817, año de su muerte en Winchester, donde fue enterrada en la nave norte de su catedral.

Chawton Cottage era una casa cuadrada y sólida, con habitaciones soleadas y bien proporcionadas. Tenía un jardín grande y el camino principal de Winchester pasaba por debajo de las ventanas delanteras. Hoy día el jardín es algo más pequeño, pero por lo demás, podría decirse que el tiempo se paró en Chawton Cottage y que allí se quedaron no sólo las estancias, los objetos y recuerdos de la familia Austen, sino los grandes años creativos de Jane Austen.

Chawton Cottage (Fotografía Isabel Merino)

Jane Austen tocaba el piano al empezar el día, para no molestar a los demás. Su tarea particular era preparar el desayuno. Ella y su hermana Cassandra se encargaban de las labores de la casa, mientras su madre se dedicaba a las labores del jardín, aunque la mayor parte del tiempo, Jane se dedicaba a escribir. Si aparecían visitas, ponía rápidamente las pequeñas páginas manuscritas debajo del secante; y la puerta de la sala hacía un crujido que decidieron no reparar (sigue con él) con el fin de que lo oyera cuando se acercaba alguien. 

¿Es acaso una casa una ciudad? ¿Quién puede afirmarlo o negarlo rotundamente? Cuando viajo, para mí también lo son el trayecto, el medio de transporte, las gentes, los sueños, las divagaciones. La arquitectura. El cielo. El olor. Las ventanas. El suelo. Las sonrisas. Todo.

Desde que partimos en tren desde Londres hacia Alton, en Hampshire, todo lo que nos aconteció fue novelesco. Incluso los pasajeros que se agolpaban en el vagón y hablaban un inglés difuso. Todos ellos, personajes situados en el escenario justo y preciso: la campiña inglesa. Que se movía a ratos lenta, a ratos rápida, tras la ventana fría en la que apoyaba mi nariz.

09 de Abril de 2009. Escribo: A medida que el tren avanza, en vez de recorrer millas o kilómetros, lo hace en tiempo, en años, en un par de siglos, y sé que cuando llegue a Chawton, Jane Austen me estará esperando. El tren se detiene en la estación de Alton, en el condado de Hampshire. Dejo de escribir. Me remuevo en el asiento. Es rojo. Cruje. Las puertas se abren y contengo la respiración. Hemos llegado. Un inglés de mediana edad se pasea por el andén. No lleva patillas, ni chaqueta con faldón o pantalón a media pierna. (Seguimos en el Siglo XXI). 

Estación de Alton. (Hampshire)

Llovizna y hace frío. Llevo un mapa dibujado a bolígrafo en mi cuaderno. Parece el mapa de un tesoro. (Lo es). La X del tesoro está situada sobre el dibujo de una casa cuadrada. Para encontrarlo hemos de coger un taxi. Es blanco. El conductor es amable y tiene un bigotito a lo Charles Chaplin. A casa de Jane Austen, digo. Y cuando lo digo, en inglés, imagino a Jane en la puerta, (moviendo los pies, nerviosa), esperándome. Me dará dos besos y me dirá: querida, te esperaba desde hace tanto... pasa. Y entro. El taxista hace la ruta varias veces al día. Los extranjeros sólo llegan a Alton para preguntar cómo se llega a Chawton, dice. Mis amigas van sentadas detrás y yo voy a su lado. Y es extraño, porque en España ese es el asiento del conductor y no el del copiloto. Muevo los pies sobre un acelerador y un freno invisibles. Cuando el conductor gira, muevo los brazos como si girase yo el volante que no tengo. Las marchas se cambian con la mano izquierda. Se conduce por el carril contrario. ¡Qué locura! Es extraña Inglaterra, arraigada en sus costumbres, pero me gusta. Me fascina. En la parte trasera del taxi alguien se ha dejado unos zapatos de tacón. El taxista los observa por el espejo retrovisor. Pensamos que en realidad son suyos, y que cuando nos deje en Chawton y acabe su turno, se los pondrá y se irá andando a casa. A través de un camino lleno de olmos, entrará en un edificio de la época regente, cambiará los tacones por pantuflas, y la chaqueta por una bata de guatiné, y anotará en su libretita que hoy llevó a otras turistas a la casa donde una vez vivió aquella escritora. Y no recordará nuestros nombres porque no los preguntó. Anónimas, escribirá. Españolas.



Cierro los ojos un instante. El taxista me da una tarjeta y abandona el lugar. El aire frío entra a mis pulmones. Estoy en Chawton Village, en casa de mi escritora favorita. Mis amigas me han concedido este deseo. Jane Austen vivió en esta casa sus últimos ocho años, revisó sus novelas y recibió las noticias de sus publicaciones. Aquí, en fin, Lizzy Bennet y Fitzwilliam Darcy la ayudaron a mejorar su Primeras Impresiones para transformarla en Orgullo y Prejuicio. Sobre aquella mesita, en hojas sueltas, al alba, a solas, con pluma y tinta negra. A mano. ¡Mi novela favorita!

Mesa donde Jane Austen escribió y/o mejoró sus novelas

Observo el camino. La lluvia ha cubierto la carretera de charcos. Son espejos. Chawton Cottage se refleja en ellos y adonde quiera que mire, la casa está allí. Nos abrimos paso entre los tulipanes rosas. Un par de carteles, junto a la puerta de entrada, nos dan la bienvenida. En uno de ellos pone el horario de apertura, en el otro “Jane Austen's House”.

Fotografía de Isabel Merino




Ya estoy aquí, Jane.  



                                          

Punto y seguido.

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