viernes, 15 de noviembre de 2013

LO QUE SE RECUERDA



He vuelto a leer Lo que se recuerda, el relato de Alice Munro incluido en su libro Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio de 2001, y he descubierto detalles nuevos, pequeñas alusiones que me habían pasado desapercibidas en anteriores lecturas. La escritura de Munro tiene esa cualidad, como de capas superpuestas que solo puedes descubrir según vayas haciendo distintas relecturas. En la superficie está la capa compuesta por los personajes y  por los hechos y acontecimientos que configuran  la historia. Mas abajo está la capa de los motivos y los distintos razonamientos que provocan y justifican  esos hechos. En la tercera capa, la de más abajo, aparecen todos esos pequeños detalles, alguna frase suelta, alguna puntualización en la descripción, que conforma el verdadero andamiaje del relato.

Lo que se recuerda trata de las trampas del recuerdo y de cómo, sin apenas reparar en ello, utilizamos los mecanismos de la memoria para justificar nuestra cobardía. La protagonista, Meriel, es una joven casada que tiene un encuentro sexual con un médico al que conoce en el funeral de un amigo de su marido. Cuando se despiden, la tarde de ese encuentro, ella decide dos cosas: una, que seguirá con su marido; y dos, que no volverá a ver al médico. Años más tarde, después de las muertes del médico y del marido, Meriel recuerda un detalle de aquel encuentro, un comentario que ella pasó por alto y que fue determinante para que pudiera mantenerse firme en aquellas dos decisiones.





En el inicio del texto se expone claramente el tema principal del relato pero con un discurso que va en dos direcciones. El matrimonio está en el hotel vistiéndose para acudir al funeral y Meriel, que se ha puesto unos guantes blancos, recuerda en ese momento algo que leyó de la reina Sirikyt de Tailandia. Ponte siempre guantes blancos, es lo mejor, le había dicho Balmain a la reina. Ella sonríe al recordar y el marido le pregunta por qué sonríe. Meriel relata su recuerdo, pero omite el sentido de su sonrisa. Ahí está todo: Por una parte lo que recordamos,  la forma en que aparece el recuerdo y lo adaptamos a cualquier situación. Y por la otra, el sentido de ese recuerdo,  los guantes blancos, algo que a la vez que oculta, nos muestra de una manera distinta. De la convergencia de esas dos perspectivas surge el tema central del relato: cómo utilizamos los recuerdos para mantener la imagen que queremos mostrar de nosotros.

Por qué Meriel a lo largo de su vida no recuerda ese detalle que pudo ser decisivo en su vida. Por qué cuando va en el barco, una vez separada del médico, decide modelar ese recuerdo, hacerlo a su medida, imaginar un hotel en vez de un sórdido apartamento, desechando y añadiendo detalles conforme va pasando el tiempo.

Encuentro que existe una cierta relación entre este relato y Escapada de Richard Russo (Munro tiene un libro de cuentos con ese título), en aquel, una mujer huye de su marido y de una vida previsible, pero al volver a casa decide olvidar lo ocurrido. En Lo que se recuerda, Meriel transforma su recuerdo, cambia elementos del decorado y añade nuevos detalles. El relato de Russo tiene un final sorprendente donde una arandela en la boca del marido da una nueva perspectiva al personaje, desplazando el enfoque de toda la historia. En este, el hallazgo del detalle que no se recordó en treinta años, añade un nuevo matiz al personaje de Meriel, también al del médico, pero sobre todo establece, de una manera hermosísima y a la vez contundente, el sentido real de la propia historia.


El relato se divide en tres partes, estructurado a su vez en nueve bloques. La primera parte, hasta el bloque cuatro, transcurre sin ningún conflicto aparente. La acción se desarrolla después del funeral en casa de los padres de Jonás, y a la vez que aparecen los distintos personajes, se nos va relatando detalles de la vida en común de la pareja protagonista, del inicio de su vida de casados. Ya en el tercer bloque, con la presentación de Asher, el médico, que no llevaba traje, y la breve conversación que mantiene con Meriel ―cierto esfuerzo en la cortesía de él le hizo pensar que había estado odiosa― aparece la primera llamada de atención.
La segunda parte desarrolla la aventura de Meriel. Asher se ofrece a llevarla a visitar a su tía, y esta, puntualiza  “Ese no es tu marido” poniendo de manifiesto la tensión sexual latente entre los personajes: Asher aprieta la mano de Meriel, o le despega el vestido de la espalda. Tensión que se dispara en la escena del parque “Llévame a otro sitio”, le dice Meriel.
La tercera parte, bloques del seis al nueve, transcurren treinta años después, y en todos ellos hay un continuo rememorar del viaje en el ferri y de la tarde que pasó con Asher, hasta que en el último bloque aparece el detalle que Meriel no había recordado.

Existe un desenlace previo al desenlace final. La escena en que Meriel y su marido hablan de la novela Padres e Hijos de Turgueniev, aquí queda clara la postura de ella con respecto a su relación con Asher, la protagonista de la novela, utilizando la razón, rechaza el amor de Bazarov. Meriel, reprocha que el autor que se inmiscuya, que no apoye esa unión, cuando ella misma actuó así en su relación con el médico. En estos últimos párrafos queda clara toda la repercusión que tuvo el encuentro, con ese final en que "hasta pudo tirarse al mar recompensada como seguramente no volvería a estar nunca” El relato podría haber acabado aquí y sería perfecto, pero en ese momento aparece lo que se recuerda, aquello que nunca había sido recordado, algo aparentemente insignificante, sin lo cual, Meriel, no hubiera podido mantenerse firme todos estos años: ponerse su guante blanco un día tras otro. 

fotos de Brassai

Miguel núñez ballesteros
Punto y Seguido

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