miércoles, 29 de enero de 2014

CON LA PUNTA DE LA LENGUA


El relato erótico siempre ha sido una sugerente forma de iniciarse en la escritura. ¿Quién no ha deseado descargar las propias fantasías en otros personajes para poder vivirlas a lomos de sus páginas? Pero cuando lo intentas siempre surge una bloqueante duda: ¿Es necesario ser explícito?, ¿dónde está la diferencia entre lo erótico y lo pornográfico?


Enrique Páez, en su Manual de Técnicas narrativas, nos ilustra que  «La línea divisoria entre lo sensual, lo erótico, lo pornográfico y lo obsceno es difícil de marcar, y en muchos casos depende más de las convicciones morales de los lectores que de los propios textos.» De manera que esa línea que separa mis intenciones reside más en el lector que en mi propia inspiración.

Con frecuencia, se suele relacionar el erotismo con la descripción más o menos explícita de escenas sexuales. No tengo dudas acerca de esto pues la literatura nos ha dado buenos ejemplos del ello, tal es el caso, entre otros muchos de “Justine” del Marqués de Sade, o de “Historia de O” de Pauline Réage...

O estaba desnuda en su celda, esperando que fueran a buscarla para llevarla al refectorio. Su amante vestía traje de ciudad. Cuando la abrazó, el tweed de su americana le rascó la punta de los pechos. La besó, la tendió en la cama, se echó a su lado y, lenta y suavemente, la poseyó, yendo y viniendo en las dos vías que se le ofrecían, para derramarse finalmente en su boca que después volvió a besar.


Pero si queremos captar la esencia del relato erótico, debemos intentar llegar a insinuar la sexualidad de una escena sin entrar en ninguna descripción explícita de sexo. En mi opinión, el erotismo no está en las palabras, sino en las sutilezas. Es como una cortina que deseamos descorrer porque, apasionadamente, intuimos lo que se esconde tras ella. Para este caso también tengo buenos ejemplos en textos imprescindibles como “Lolita” de Vladimir Nabokov, “La casa de las bellas durmientes” de Yasunari Kawabata...

Su mano derecha y la muñeca estaban al borde la colcha. El brazo izquierdo parecía extendido diagonalmente bajo la colcha. El pulgar derecho se ocultaba a medias bajo la mejilla. Los dedos, sobre la almohada y junto a su rostro, estaban ligeramente curvados en la suavidad del sueño, aunque no lo suficiente para esconder los delicados huecos donde se unían a la mano. La cálida rojez se intensificaba gradualmente desde la palma a las yemas de los dedos. Era una mano suave, de una blancura resplandeciente. 


...o en uno de los relatos que incluye “Si una noche de invierno un viajero” de Italo Calvino...

Makiko, la hija pequeña del señor Okeda, vino a servir el té, con sus movimientos mesurados y su gracia aún un poco infantil. Mientras se inclinaba, vi sobre su nuca desnuda bajo el pelo recogido en lo alto una fina pelusilla negra que parecía continuar a lo largo de la espalda.


Ilustración Ink-Pot

Los nuevos autores se esmeran en ocultar una historia tras el relato de otra, por ello, de alguna manera la literatura moderna se ha poblado de un erotismo literario que enciende el deseo por la lectura, pues es preciso insinuar aquello que está oculto para llegar, más allá de lo escrito, a los sentidos del lector.

Te reto a sugerir una historia sin contarla, a utilizar los sentidos para conducir la trama, a rozar las palabras y los gestos. Para ello pisa la hoja con la humedecida yema del pulgar, e introduce el bolígrafo dentro de la boca. Cierra los ojos y sumérgete en el interior de tu fantasía para agarrar ese relato que se deshace en la pun-ta-de-la-len-gua. 


Pedro Rojano
Punto y Seguido

2 comentarios:

  1. Antonio Lupiáñez31 de enero de 2014, 11:40

    ¡Yo no pensaba que este blog iba a derivar en guarradas! ¡Qué verguenza!

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    1. lo que resulta inaudito, antoniolupiáñez, es que a estas alturas del mundo, siglo 21, ¿recuerda? haya todavía alguien que se escandalice y que se atreva a llamar, y llame, "guarradas" a la mera exposición de un asunto tan natural, cotidiano, importante, apetecible, misterioso, subyugante, atractivo, jodido, humano, como el sexo.

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