lunes, 21 de abril de 2014

PETRA



Para alcanzar El Tesoro es necesario adentrarse por un estrecho desfiladero de unos dos kilómetros de longitud. 


Se precipitan las ganas por llegar y apenas se es consciente del maravilloso paisaje que incluso aquí se ofrece. Pero tu ilusión no ceja de dibujar en la mente esa imagen mil veces repetida en las fotos de guías, libros de viaje o historia, postales, e incluso en películas como Indiana Jones y la última cruzada. Se siente el mismo cosquilleo que cuando vas a tener la oportunidad de ver en persona a una estrella de rock o un actor de cine. Dentro de unos instantes serás testigo real y en tres dimensiones de un lugar legendario. Me ocurrió lo mismo antes de ver el Taj Mahal o Machu Pichu, el Empire State, la Fontana di Trevi o el imponente Golden Gate. Lugares tan famosos que te resulta increíble que estén al alcance de tu tacto, en relieve. Cuando los ves por primera vez se produce algo particular, y es que se perciben de diferente manera, como si adquiriesen de pronto el volumen. Al momento se sustituyen todas las imágenes de papel que almacenabas en la memoria durante largos años. Lo cierto es que son iguales, pero diferentes… es algo incoherente, ya lo sé, me explico: Es como si las dimensiones del monumento cobrasen sentido, como si el entorno, al que en las fotos nunca se da importancia (en la mayoría de las ocasiones ni siquiera aparece o está camuflado), revistiera de un nuevo paisaje la vieja percepción, y ya no es lo que imaginabas. En algunos casos puede decepcionarte, en otras puede asombrarte aún más.


Pero sigo avanzando por la garganta, mis pasos procuran llegar antes que yo, casi estoy viendo a los caballos de Harrison Ford y Sean Connery precediéndome en el siguiente recodo. Al fin, a través de una delgada abertura puedo ver  Al-Khazneh (El Tesoro), y es tal y como lo imaginaba, una inmensa fachada excavada en la roca para servir de homenaje a la vida de un gobernante y destinada a conservar su muerte.



Petra, ciudad perdida durante siglos, ocupa una vasta extensión de terreno y requiere más de dos días para poder visitarla al completo. En ellas hay cientos de túmulos, y se incluyen varios templos, un teatro, una calzada y arco romano. Para saber lo que se esconde allí tan solo hay que visitar alguno de los blogs o guías que explican detalladamente las rutas y monumentos más destacables. En mi caso no quiero entrar en esos detalles que ya están descritos, prefiero quedarme con el entorno que está cubierto de un polvo rosado y fino que se adhiere a la piel mientras caminas por sus anchas calles de tierra y piedra, que enmudece cuando el eco devuelve los berridos de los camellos apostados junto a las tumbas, que asombra con sus elevados desniveles a los que se asciende con la ayuda de vertiginosas escaleras excavadas en la roca. 


Unas montañas del color del cacao en cuyas paredes se suceden multitud de fachadas esculpidas por sus habitantes. Una complicada red de senderos que discurren entre las montañas y sobre ellas uniendo dos enormes valles de roca rosada que atraviesan la cadena montañosa y en cuyo interior contienen el agua suficiente para hacer crecer la vida. 


Petra es también un espacio invadido de turistas que sustituyen a aquellos otros que cruzaron su ruta cargados de seda de oriente. Ahora los turistas solo vienen cargados de sus cámaras digitales y del dinero con el que comprar recuerdos, alquilar burros o caballos que alivien el camino, tomar un té preparado por un beduíno junto a una de las mejores vistas de El Tesoro o El Monasterio, o pagar a un guía que, como en mi caso, poco sabía de la historia que yacía bajo los senderos. La ciudad es ahora una ruina silenciosa impregnada de un sol que abrasa en los meses de verano y que se deja sentir en el invierno.




Petra fue una ciudad de paso, de comerciantes y viajeros, ciudad tolerante con sus invasores, capaz de adaptarse antes de ser destruida, y aún conserva ese espíritu hospitalario a pesar de ser una ciudad muerta pues nadie vive dentro de sus límites. Petra es mucho más que esa asombrosa imagen del tesoro que todos conservamos. Es un lugar que no deja indemne al forastero, que permanece en la memoria mucho antes y mucho después de pisar sus calles. 

Fotos P.R.
Pedro Rojano
Punto y Seguido

2 comentarios:

  1. Sigo viajando contigo a todos esos lugares que probablemente no pisaré. Tuve la suerte no sólo de poder ver todas las fotografías de tu viaje a Petra, sino de escuchar todas tus anécdotas. La ilusión que se veía en tu mirada cuando estabas programando el viaje no desapareció a la vuelta, diríase que Petra logró multiplicarla. Gracias por compartirla.

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    1. Gracias Isa por tus ánimos que siempre son verdaderos estímulos.

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