jueves, 2 de octubre de 2014

DE VIDAS AJENAS

Leí De vidas ajenas, una novela de Emmanuel Carrère editada por Anagrama en 2009, aunque no sé si realmente se trata de una novela. Hay un personaje principal, el narrador, que realiza una investigación sobre otros personajes para escribir su libro, este libro, y a consecuencia de todo este proceso, investigación y escritura, cambia su manera de ver el mundo y de entenderlo. No tendría dudas en llamarla novela con semejante argumento, pero cuando antes de leer una sola línea te aclaran que todo cuanto allí se va a decir es real, mi forma de enfrentarme a la lectura es distinta, ni mejor ni peor, solo distinta. Me ocurrió igual en A sangre fría (In cold blood, Truman Capote, 1966) y más recientemente con Nada se opone a la noche (Rien ne s'oppose à la nuit, Delphine de Vigan, 2011), algo que con independencia de la calidad del texto, tiene que ver con la empatía y con la curiosidad.

En El adversario, Carrère nos contaba de cómo la mentira ejercía un poder destructivo sobre su personaje. La mentira de fingir quien no se es hasta el punto de cometer los actos más terribles para tratar de mantenerla. En esta De vidas ajenas, es la verdad la que ejerce su poder sobre los personajes, su búsqueda implacable, y en algunos casos obsesiva, los llevan a enfrentarse por una parte a los poderes establecidos, a las leyes de enjuiciamiento y por otra, más intima y personal, a la amistad, al dolor, la enfermedad y la muerte. En ambas, el mismo personaje narrador/autor que elabora la investigación. En la primera, limitándose a levantar acta de los hechos, exponiéndolos con fría objetividad y tratando de mantener en todo momento una distancia emocional con los hechos relatados sin que la propia visión del narrador/autor interfiera sobre esos hechos, su opinión, su rechazo o su deseo de entenderlos. En esta realiza un proceso parecido, pero aquí el narrador/autor, Emmanuel Carrère, está implicado en los hechos que se cuentan y por lo tanto, su participación ya no es la del cronista distante, la narración/investigación tiene para él una razón de ser, un sentido personal y familiar −su esposa, Hélène, es hermana de uno de los personajes sobre los que realiza la investigación− y un significado filosófico, político y también emocional: él ha sido elegido por uno de esos personajes para escribir este libro.



Esta novela −admitámoslo, es una novela−, también trata sobre cómo escribir una novela. Continuamente se nos da cuenta de las dudas, las estrategias, la evolución de su autor que pasa de aceptar el encargo casi a regañadientes, elaborar unas cuartillas y olvidarse, para justo después encerrarse e imbuirse de lleno en su redacción. En unos momentos decide abandonar, en otros, seguir adelante apoyándose en la convicción de lo que está contando y en su necesidad de contarlo: «Soy ambicioso, inquieto, necesito creer que lo que escribo es excepcional, que será admirado, me exalto creyéndolo y me derrumbo cuando dejo de creerlo.» declara Carrère.

También los personajes retratados tienen la posibilidad de opinar, de modificar su relato. Una vez finalizada la escritura, el autor les da a leer su texto y les propone que cualquier cosa que quieran eliminar, cambiar o añadir, pueden hacerlo. Pero ninguno aprovecha la oportunidad, todos están de acuerdo y si no lo están admiten que aunque sean sus vidas, no es su obra y aceptan la visión de su autor.


Al inicio vemos a Carrère en Sri Lanka, el día del tsunami. Está a punto de romper con su esposa y es una separación que no pueden evitar. Recuerda la antigua pretensión que tuvieron al principio de conocerse: juntos se harían viejos y ella le cerraría los ojos cuando muriese, o sería él quien se los cerraría a ella. Después de la catástrofe todo se derrumba para volver a construirse: la vuelta a Francia, la muerte de su cuñada, Juliette, la primera entrevista con Étienne, el compañero de Juliette, y el encargo: «eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia?» Cualquiera que fueran los motivos de su separación quedan aparcados y a través la investigación sobre la vida de su Juliette y de Étienne, sobre su lucha contra la enfermedad, el destino, la profesión de juez, la justa aplicación de las leyes, descubre a una nueva Hélène. Y no solo este proceso transforma, le hace ver su propia vida y entender parte de su significado, sino que retoma su antiguo deseo de envejecer junto a Hélène, de que sea ella quien le cierre los ojos cuando muera o él, quien se los cierre a ella.


Un libro hermoso. Una novela necesaria. 



Miguel núñez ballesteros
Punto y seguido




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