jueves, 19 de febrero de 2015

HENRY JAMES - ROBERT L. STEVENSON : CRÓNICA DE UNA AMISTAD

Usted no sabe cómo yo valoro su sencillo coraje de quererme. 

Mario Benedetti. 

¿Pero existe la amistad entre escritores? ¿Se lo permite su ego? ¿Se expresan con ironía cuando se encuentran? ¿Puede existir un aprecio, un cariño sincero  entre ambos? Son preguntas que me hizo una persona que no cree en la amistad entre personas del mismo gremio o del mismo genio, según palabras textuales. ¿No hay robo de ideas? ¿Ni siquiera existe la pantomima de déjame que te lea y luego te critico o te plagio, a placer? Defendí la amistad, por supuesto, a capa y espada. Y, como prueba, me remití a un par de libros de mi librería particular. Nombraré uno, y desgranaré otro, a placer, como a mí me gusta.



La amistad sigue siendo un enigma, escribe Paul Auster a J.M. Coetzee. Durante tres años intercambiaron una correspondencia que quedó reflejada en el libro Aquí y ahora. Cartas 2008-2011. Se trata de una serie de cartas y faxes que ilustran sus perplejidades literarias y sus preocupaciones sobre el mundo en el que viven. No hay polémicas, sino una gentil conversación entre ambos en el que los temas saltan libremente y sin ningún tipo de orden. No hay en la correspondencia sino una animada conversación que escucha y se deja escuchar. La amistad atiende y entiende.  


No es este el primer libro que recoge la correspondencia entre dos escritores. Hace unos años cayó en mis manos uno que me interesó sobre manera por tratarse de dos de mis escritores favoritos: Robert L. Stevenson y Henry James. El uno me ganó con su Isla del tesoro y el otro con su Retrato de una dama. La disparidad de sus propias obras no les impidió el respeto de sus creaciones, sino que propició una amistad sincera que no ocultaba la crítica cuando creían conveniente, ni les inhibía de expresarse admiración mutua. 

Henry James
Todo comenzó en septiembre de 1884 con un artículo de James sobre El arte de la ficción en el que trataba de problemas teóricos y prácticos de la escritura novelesca. En ese artículo, comentaba: Califico de deliciosa La isla del tesoro porque me parece maravillosamente lograda en lo que se propone. Stevenson, a su vez, ese mismo año, comentó sobre la obra El autor de Beltraffio de James: Tan justa en su concepción, tan ágil y pulcra en su técnica. James se sirvió escribirle tres palabras a Stevenson al respecto, a lo que él contestó: Me regocija oírle hablar con tanta amabilidad de mi obra. Yo me veo como un campesino muy rudo y manazas, no adecuado para ser leído, y mucho menos elogiado, por un hombre tan cabal, tan dotado como usted.

R.L. Stevenson
James tenía entonces 42 años y cierto prestigio literario. Stevenson, de 35, enfermo crónico, acababa de publicar La isla del Tesoro. Aunque no se habían encontrado, ambos se habían leído y se admiraban mútuamente, y un amigo común propició el encuentro entre ambos y el nacimiento de una gran amistad que sólo se interrumpió con la muerte de Stevenson, diez años más tarde. A través de su correspondencia, pues, podemos reconstruir la crónica su relación, con independencia de las divergentes trayectorias como novelistas, y cómo supieron establecer un trato sincero y respetuoso, admirativo y crítico en cuanto a las obras respectivas, y una amistad personal que supo estar siempre por encima de cualquier divergencia. 

Extractos de algunas cartas: 

H.J. a R.L.S.: Tiene que tomarse a sí mismo en serio para que el público lo haga también. La vieja superstición según la cual la ficción es maligna, ha desaparecido sin duda en Inglaterra. (…) Decir que uno debe escribir basándose en la experiencia es excelente, pero no lleva a ninguna parte a nuestro hipotético aspirante, pues semejante declaración podría oler a burla. La experiencia nunca es limitada y nunca es completa; es una inmensa sensibilidad, una especie de enorme telaraña de los hilos de seda más finos, que se halla suspendida en la cámara de la consciencia y atrapa en su tejido toda partícula transportada por el aire. (…) Recuerda que tu primer deber es ser tan cabal como sea posible, hacer una obra tan perfecta como sea posible. Sé generoso y delicado, entonces, dicho de forma vulgar: ¡lánzate!



R.L.S. a H.J.: Dice que leyendo mi librito que trata de la búsqueda de un tesoro escondido, ha sido niño, pero nunca ha ido en busca de un tesoro enterrado. Aquí hay en realidad una intencionada paradoja, pues si nunca ha ido en busca de un tesoro enterrado, puede demostrarse que nunca ha sido niño. Nunca ha habido un niño, exceptuándole a usted, que no haya buscado oro, y haya sido pirata, y comandante militar, y bandido en las montañas; que no haya luchado, y sufrido naufragio y prisión, y manchado la sangre de sus pequeñas manos, y salvado gallardamente la batalla perdida, y protegido triunfalmente la inocencia y la belleza. 



H.J. A R.L.S.: Mi querido Robert Louis Stevenson, hasta anoche no leí su artículo que replica cordialmente al mío sobre la conferencia de Besant y el resultado de esa deliciosa media hora es un amistoso deseo de mandarle tres palabras. No de discusión, disconformidad, réplica o amonestación, sino de cordial simpatía y cargadas de la seguridad de mi gusto por todo lo que escribe. Es un lujo, en esta época inmoral, encontrar a alguien que realmente escribe, que de verdad está familiarizado con ese arte encantador. 

R.L.S. a H.J.: Como ya sabe, pertenezco a esa aturdida clase de hombres, los inválidos, ello me dificulta el hacer visitas. Pero es posible que algún día se le ocurra que dejar la ciudad para pasar un día cerca del mar y entre pinares sería un cambio agradable. De ser así, háganoslo saber, pues a mí mujer y a mí nos encantaría recibirle y ofrecerle lo que podamos para beber y comer, (tengo una aceptable botella de clarete). Entretando, créame sinceramente suyo. (…) Y bien, mi querido James, venga usted, venga, venga. Venga. Lo mejor que puede hacer usted por nosotros y por usted mismo y por su trabajo es ponerse en pie y hacerlo sin más. Venga.

H.J.: ¿Es el doctor Jekyll y Mr. Hyde una obra de intención filosófica o simplemente la más ingeniosa e irresponsable de las ficciones? Trata de la relación de lo más bajo del hombre con lo más noble, de la capacidad para el mal que existe en las naturalezas generosas, y expresa estas cosas en una fábula que es una invención maravillosamente afortunada. El tema es infinitamente interesante, y rico en toda suerte de provocación. 

R.L.S.: ¿Puedo pedirle, la próxima vez que imprima Roderick, que repase las páginas de los últimos capítulos y elimine inmenso y tremendo? Sencillamente se le han caído allí como si se le cayera el pañuelo, todo lo que tiene que hacer es recogerlos y guardarlos, y su habitación, ¿qué digo?¡su catedral!, quedará barrida y arreglada. Soy, querido señor, su encantado lector. 

H.J.: Le echo a usted de menos con mucho sentimiento. Abrazos para su esposa y su madre, mis saludos al valiente Lloyd. Siempre fielmente suyo. (…) Mi querido Louis, está usted demasiado lejos, está usted demasiado ausente, demasiado invisible, inaudible, inconcebible. La vida es un asunto demasiado corto y la amistad una materia demasiado delicada para esas bromas, para cortarles grandes trozos sanguinolentos al año cada vez. Por lo tanto, vuelva. Al diablo todo; déjelo todo y vuelva. 


En estos extractos escogidos, puede verse no sólo la complicidad y el respeto que existe entre ambos escritores, también cómo critican o exaltan sus escritos, cómo se ayudan en la comprensión de los mismo, y a la vez, cómo esa amistad se fue haciendo tan grande que los convirtió en amigos imprescindibles que se profesaban un sincero afecto. Creo que queda respondida la cuestión que me planteaban y que asimismo, os planteaba, ciertamente dos egos, dos genios, dos personas del mismo gremio, pueden compartir, discutir, discernir y ser grandes amigos. Sin duda, una lectura epistolar imprescindible. 


Punto y seguido

2 comentarios:

  1. Isa, me encanta leerte, ya sea en estas reseñas o cuando escribes. Pero aún más me gusta esos ratos que pasamos reunidas con nuestros compis de escrituras.

    abrazos

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  2. Hay más ejemplos de escritores-amigos: Borges y Bioy Casares.También Pérez Reverte y Javier Marías, ¡tan diferentes!

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