martes, 11 de octubre de 2016

UNA SUERTE PEQUEÑA


Llegué a este libro por recomendación de una amiga que había leído Elena sabe, de la misma autora: Claudia Piñeiro, y le había gustado tanto como a mí. Piñeiro tiene varias novelas que fueron llevadas al cine: Las viudas de los jueves, Tuya, Betibú, Las grietas de Jara. Películas que no vi. Libros que no leí. Tal vez no quería perder el encantamiento de Elena sabe… Frente a la recomendación me hice con Una suerte pequeña, y aquí les contaré mi parecer.


Las viudas de los jueves

      La primera mitad del libro me pareció estupenda. Piñeiro mantiene el suspense y nos atrapa. A la mitad del libro nos enteramos del porqué de toda la historia y ahí, por lo menos para mí, se cae un poco la narración. Pierde fuelle. Es la misma sensación que sentí con Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías. Salvando las distancias.

Foto de Martín Lucelose para La Nación

        Se trata de un libro de fácil lectura, aunque profunda en su tema, donde hasta la primera mitad aparecen dos voces de narrador. Mayoritariamente es la voz de una mujer a la cual se la conoce por tres nombres diferentes: Mary Lohan, Marilé Lauría y María Elena Pujol (situación que crea intriga), y que cuenta como en un diario íntimo, aunque ella lo llame bitácora de viaje. La otra voz repite casi el mismo texto, que avanza y se repite, y que hasta la mitad desconocemos quién es el autor. Con esa voz comienza el libro:

«La barrera estaba baja. Frenó, detrás de otros dos autos. La campana de alerta interrumpía el silencio de la tarde. Barrera baja, alerta y luz roja anunciaban que un tren llegaría. Sin embargo, el tren no llegaba. Dos, cinco, ocho minutos y ningún tren aparecía. El primer auto esquivó la barrera y pasó. El siguiente pasó y tomó su lugar.»


En una entrevista que le hicieron a la autora en Ciudad Equis, de La Voz del Interior, sobre esta novela y su tendencia al suspense, dijo:

«Es una suerte de homenaje a la narración oral. Hay gente que cuenta algo más o menos interesante, y uno escucha atento, esperando a que llegue al final. Me gusta ese tipo de relato, en el que uno cuenta una historia y el otro espera que sigas. Puede pasar en un policial, o, también, en una novela psicológica como ésta. Me gusta dosificar la información, usando un lenguaje de determinada manera, para que el otro me quiera acompañar en esa historia que estoy contando.»

Foto de Martín Lucelose para La Nación

Hay capítulos que me remiten al cuento, como el que habla de los murciélagos. La narradora enlaza el pasado y el presente para transmitirnos intriga y soledad, dolor y miedo. El formato de diario íntimo justifica, en cierta manera, la repetición de los sentimientos, de la historia.

La autora nos hace pensar en la suerte, en cómo enfrentar el dolor y torcer la pulseada. Nos hace ponernos a favor. O en contra. Depende de cada uno… La primera mitad del libro vale la experiencia de adentrarnos en él. Es imposible quedar indiferentes.



«Me pregunto una vez más si habrá sido una buena idea haber venido. Por momentos tengo la sensación de que todo acabará muy mal, que no podré evaluar al colegio Saint Peter por mi propia incompetencia y que mi viaje terminará siendo un escándalo.»

Andrea Vinci
Punto y Seguido


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