lunes, 25 de abril de 2016

SIETE CASAS VACÍAS. SAMANTA SCHWEBLIN


Me asumo fan de Samanta. «Pájaros en la boca» viaja conmigo. De España a México. De México o Panamá. Por eso el año pasado, en cuanto pisé Málaga, lo primero que compré fue «Siete casas vacías», libro de relatos  (cuentos, para Latinoamérica) que recibió el Premio Internacional de Narrativa Breve Rivera del Duero.

       El libro premiado está compuesto por seis relatos. El séptimo que incluye el libro, titulado «Un hombre sin suerte», obtuvo el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo 2012. Se nota en la diferencia de tono y en el tipo de historia, que no formaba parte del grupo de «Casas». Se trata de un cuento de estructura clásica, narrado en primera persona por la protagonista, que nos cuenta un suceso de su infancia sobre un hecho inquietante, con un final inesperado pero no tramposo. Este cuento, como ya dije, está muy bien, pero desentona un poco con el resto, relatos marcados por la atmósfera y esos personajes que, al estilo Schweblin, caminan por la cuerda floja y se mueven entre la normalidad y lo sorprendente.


        Las seis «Casas» que componen el libro que se alzó con el Rivera del Duero tienen mucho de su estilo, pero se diferencian de «Pájaros en la boca» que es un libro entre divertido y asombroso. El tono general de éste está marcado por una atmósfera más densa, más turbadora, de personajes que al contar manifiestan dualidad tanto en sus palabras como en sus acciones, que no terminan de conocerse, pero que nos invitan a entrar para ver si nosotros somos capaces de, espiándolos, descifrar un poco de sus psicologías. Son relatos que finalizan como entre nubes, que dejan más sensaciones que certezas. Tal vez eso es justamente lo que más me gusta, lo que no se dice, lo que no se explica, los simbolismos que aparecen en el subtexto, casi en la sombra, y esos finales sin fuegos de artificio. Posiblemente es su respiración, la cadencia de las frases, que me recuerda a la mía, y me resulta más cercana, como cuando leo a Andrés Neuman.


         La primera vez que leí «Siete casas vacías» me pareció desigual, como que el primero y segundo relato eran muy superiores al resto. Luego, en la segunda lectura, me di cuenta de mi error. El problema es que a los cuentos de Samanta yo me los bebo de un tirón, sin respiro, sin darles tiempo de maceración, pero sin dejar de ser una lectora crítica. Su prosa es tan atrapante que uno no se detiene a pensar. Son casi como una droga donde se quiere más, como si en vez de cuentos fueran capítulos de una novela de suspense. Por eso mi consejo es que los lean nuevamente, con más calma, para poder degustar aquellos que, tal vez, no les hayan parecido tan buenos al principio.

     Debo decir que el primero del libro, «Nada de todo esto», me dejó sin aliento. La situación que plantea por momentos es delirante y en otros surrealista, llevándonos a un clima de humor angustiante, con un final en cierta manera inesperado. Está contado por la hija de la protagonista, y de manera indirecta, vamos conociendo esa relación madre-hija.

        El segundo, «Mis padres y mis hijos», nos enfrenta a la vejez y a la infancia con sus puntos en común, en medio de una situación casi de comedia.

            El tercero, «Pasa siempre en esta casa», es un relato de atmósfera, una escena suspendida, como etérea. En mi primera lectura confieso que ciertas cacofanías me distrajeron.

Ilustración de Helen Sear


        El cuarto, «La respiración cavernaria», es el más largo del libro, casi como una novela corta por la forma en que está estructurado, y por el paso del tiempo. Algunas partes me parecieron repetidas, incluso mi yo más crítico encontró ciertas desprolijidades, como si hubiera necesitado alargarlo para cumplir con las páginas que requería el premio. Pero es un relato excelente, y en la segunda lectura le encontré sentido a todo. La tensión está centrada en las dudas de la protagonista. Nos cuenta un narrador en tercera persona las acciones y pensamientos de Lola, un personaje que vive entre el deseo y la realidad, una realidad marcada por la pérdida de la memoria y el deterioro, que subsiste desde la intuición.


     El quinto, «Cuarenta centímetros cuadrados», tiene una estructura interesante, con saltos en el tiempo, y datos que desconocemos, contado en primera persona. Nos habla de cómo nos sentimos en relación al mundo, qué lugar ocupamos, qué cosas nos sostienen.

       «Ellos estaban ahí para cuidar de sus cosas, y a cambio sus cosas los sostenían (…) pero ella tenía las manos vacías.»

         Del sexto ya hablé, es el que ganó el Rulfo. La séptima y última casa se titula «Salir». Escrito en primera persona, el personaje escapa, prefiere no hablar. Hay detalles que desconocemos pero podemos intuir, porque lo importante no son esos detalles, sino el resultado de no hablar.

         Hasta aquí esta reseña de un libro que vale la pena leer.  

Ilustración de Helen Sear


Andrea Vinci
Punto y Seguido



lunes, 18 de abril de 2016

XVI CERTAMEN DE RELATOS 'DIME QUE ME QUIERES' 2016

XVI CERTAMEN DE RELATOS 'DIME QUE ME QUIERES' (MÁLAGA)


Un año más, 'Punto y seguido' está de ENHORABUENA. 

El pasado 30 de Marzo de 2016, se falló el certamen literario 'Dime que me quieres', un certamen a nivel nacional, organizado por el Ayuntamiento de Málaga, a través de su red de bibliotecas. 

En esta XVI edición, dos de nuestras compañeras se han alzado con el Primer y Tercer premio.


El PRIMER PREMIO ha sido otorgado a ISABEL MERINO GONZALEZ, por su relato MATTINATA


El TERCER PREMIO ha sido para LOLI PÉREZ, por su relato ONCE CARAMELOS SOLANO. 

Aprovechamos la ocasión para darle nuestra más sincera enhorabuena no sólo a nuestras compañeras, sino a todos los premiados en este certamen. 

La entrega de premios coincidirá con la Feria del Libro de Málaga y tendrá lugar el domingo 8 de Mayo a las 12:30 de la mañana en la Sala Iniciarte en El Palmeral de las Sorpresas del Puerto de Málaga. Entrada libre y gratuita. ¡Allí estaremos! Os esperamos. 


Punto y Seguido



LISTA COMPLETA DE LOS PREMIADOS EN EL CERTAMEN: 


Jurado: 

Amparo Quiles, José Antonio Garriga Vela y Pablo Aranda.


Primer Premio: 

Autora: ISABEL MERINO GONZÁLEZ. 
Relato: MATTINATA. 

Segundo Premio: 

Autor: BORJA GONZÁLEZ ALPUENTE. 
Relato: FOLIOS ROTOS Y CELOFÁN.

Tercer Premio: 

Autora: LOLI PÉREZ. 
Relato: ONCE CARAMELOS SOLANO. 

Finalistas:

Autor: ÁNGEL AMARO PRIETO. 
Relato: FLORES DE INVIERNO. 

Autora: PALOMA DÍEZ TEMPRANO.
Relato: MEDIDAS CAUTELARES.

Autor: ÁNGEL SILVELO GABRIEL.
Relato: YO SÓLO SENTÍ AMOR. 

Autora: GEMA BEN SOLER.
Relato: ESCARABAJOS EN STRAWBERRY FIELDS.  

Autora: MARINA CAÑIZARES FUNES.
Relato: TU TIEMPO. 

Autora: MERCEDES SUÁREZ SALDAÑA.
Relato: EL ÚLTIMO DOMINGO. 

Autora: MARÍA PILAR DOÑATE SANZ.
Relato: EL CANTO DE LOS PECES. 



Enlace al acta de la reunión del jurado y fallo del XVI Certamen 'Dime que me quieres' 2016: PINCHA AQUÍ y PINCHA AQUÍ


Iremos ampliando esta noticia en los días sucesivos. 











lunes, 11 de abril de 2016

SUERTE


En la única ocasión que me ha tocado un premio de lotería, fue una vez que me vendieron un número raro y feo.

Imagen es de Internet

 La vieja me había pedido, expresamente, que le comprara un boleto con los números que anotó en un papel. ¿Tendría usted dos cupones con estos  números? Claro que sí, te los imprimo con la máquina ahora mismo. ¿Sabías que estos números representan a la muerte?  ¿Qué, cómo dice? No podía creer que en pleno siglo XXI quedara tanta superstición. Te traerán suerte, ya verás, fíjate que en las palabras muerte y suerte sólo cambia la primera letra. Es verdad, le contesté mientras le pagaba, sin decirle que los cupones no eran para mí y sintiendo una leve flojera en las piernas, los guardé dentro de mi bolso. La muerte, pensé, sería una suerte para ella. 
La vieja llevaba más de tres años preparándose. Había roto todas las fotos, todas las cartas y había regalado todo lo que creyó que no necesitaría. Estaba convencida de que la muerte sería su liberación. ¿Podría conjurarla con unos simples números? Cuando subí a su casa estaba sentada en el sofá, como siempre, viendo la tele. Le entregué los cupones de lotería, y los guardó dentro de su caja metálica que escondió debajo de un cojín del sofá. No siento las piernas, me dijo cuando me despedí de ella hasta la semana siguiente.
Esa noche se cayó de la cama de madrugada. Llamó a su vecina, que era para ella como la hija que nunca tuvo, y la volvió a acostar. Por la mañana, a primera hora, llegó a verla. La vieja estaba despierta y le pidió que le comprara cien gramos de jamón serrano y que la ayudara a sentarse en el sofá para ver la tele. La vecina empezaba a creer que la vieja era inmortal. 
Cuando volvió con el jamón le habló en voz alta, como hacía siempre,  pero la vieja no le respondió. La notó demasiado rígida. Histérica, llamó a los servicios de emergencia y a la hermana que llevaba más de tres meses sin aparecer por allí. El médico de emergencias certificó el fallecimiento. Todo fue rápido, los de la funeraria se encargaron de los trámites. Su hermana eligió el ataúd y las frases para las coronas. La vieja tenía pocas posesiones, pero la hermana revolvió por todos los rincones hasta que levantó el cojín del sofá y dio con la caja metálica. La guardó en su bolso. En el velatorio le dijo al marido: Pepe, no siento las piernas.
 © Loli Pérez González 
Punto y Seguido
                                                                                     
Con este relato he participado en el MaF, Málaga en Festival dentro de la actividad “Luces, cámara: ¡Se escribe!" organizada por el grupo literario Las Costureras de Letras, con la consigna de escribir un relato a partir de una frase cinematográfica, que no tenga nada que ver con la película. La frase en la que me inspiré fue “No siento las piernas” de Rambo. Todos los relatos se leyeron en la sede de la Sociedad Económica de Amigos del País. 


lunes, 4 de abril de 2016

POR LA TARDE Y A VECES TAMBIÉN POR LA MAÑANA

¿A qué hora lo hacías?
No tenía hora. Por la tarde y a veces también por la mañana antes de salir para la escuela.
¿No te daba miedo de que te pillaran tus padres?
No estaban nunca.
¿Lo hacías siempre en tu casa?
Sí.
¿Cuánto tardabas? Quiero decir, ¿cada cuanto lo hacías?
Casi todos los días.
¿Utilizabas algún instrumento o solo las manos?
Las manos.
¿Las dos?
Solo una.
¿Cuál?
Esta, la derecha.
¿Te tocabas en otras partes mientras lo hacías?
No
¿En qué pensabas?
En terminar.
¿Lo has hecho alguna vez con otros niños?
Alguna.
¿Cuántas?
No sé, algunas.
¿Y con niñas?
No, con niñas no.
¿Te lo han hecho a ti otros niños?
Tampoco.
¿Por qué lo haces?
Porque me gusta, no puedo evitarlo.
Sí que puedes, di mejor que no quieres.
No, no puedo.
¿Entonces por qué has venido?
Porque quiero ser bueno. No quiero pecar.
Lo evitarías si tu padre se enterara y te castigara. Imagínate su decepción y su vergüenza.
No lo sé.
Sí lo sabes. Sin embargo, tu otro Padre, el de ahí arriba, ni te castiga ni se avergüenza. Solo espera que vengas arrepentido con el propósito de no volverlo a hacer. ¿Has hecho ese propósito antes de venir aquí?
Sí.
¿Le has pedido a Él que te ayude a cumplirlo?
Sí.
¿Le has dicho que buscarás al padre Lucas, al padre José, al padre Dionisio, o que te encerrarás en mi despacho a cualquier hora del día en que te veas en peligro?
Sí.
¿Lo harás?
Lo haré.


Fotografía: Humberto Rivas



Miguel núñez ballesteros
Punto y Seguido